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Dimensión filosófico – literaria de la obra de Alejo Carpentier (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



Partes: 1, 2

La dimensión cosmovisiva de lo real maravilloso
se nota, tanto por la asunción totalizadora de la
realidad, como por su aprehensión creadora. La
creación en sí misma siempre compendia todo un
cosmos de mediaciones varias, presentes en el hombre, su
vida, sentido y destino, en relación con su entorno y los
contextos en que deviene.

La creación artística de Carpentier no
comienza con el acto mismo de escribir, sino más bien,
cuando procede a combinar la "materia prima"
seleccionada por su pensamiento y
la praxis, al
nivel del sustrato del arte que irriga y
fecunda su sensibilidad creadora. En el momento de la
revelación de lo real maravilloso el sujeto y el objeto
devienen idénticos. Lo ideal y lo material se convierten
recíprocamente, a través de la praxis. Por eso,
resulta suscitadora la aproximación conceptual de lo real
maravilloso, esbozada por Padura, "(…) entendido, ante todo,
como una relación dialéctica e impostergable entre
praxis e imaginación poética, entre realidad y
creación. De las novelas
–continúa el laureado escritor cubano- más
que de los textos teóricos de esta primera etapa
-superados en trabajos de los años 70- se desprende que lo
real maravilloso, en lo esencial, puede ser una concepción
del mundo americano dada desde una perspectiva lógica
y científica, que busca establecer históricamente
las singularidades tipificadoras del ámbito continental
(…)"[7]

Pero una perspectiva lógica científica
coloreada por la sensibilidad del artista, por la visión
estética que hace del lenguaje y de
la imagen
maravillas y prodigios para crear
novedades.[8]

La sensibilidad creadora, fundada en la realidad y en la
praxis de la vida –es el caso de Carpentier- puede lograr
la fusión
de la realidad objetiva y del mundo interior (subjetivo) del
creador. Y la creación misma es eso: un resultado, donde
lo objetivo se ha
subjetivado y lo subjetivo se ha objetivado. Su acto mismo da
cuenta que no hay objeto sin sujeto y viceversa, en la
creación humana.

En relación con la teoría
de lo real maravilloso, desarrollada en el prólogo de "El
reino de este mundo" por Carpentier y su revelación en las
obras posteriores se han suscitado varias reflexiones,
particularmente sobre algunos términos donde se nota la
sombra del surrealismo:
"inesperada alteración de la realidad (el milagro),
revelación privilegiada, exaltación del
espíritu que lo conduce a un modo de "estado
límite".

En mi criterio, tan cierta es la idea de Padura, en el
sentido de que el Premio Cervantes,
asumió con más reiteración y fuerza el
término realidad en su obra, como la tesis de
Alexis Márquez, que defendiendo la razón de ser de
los conceptos influenciados por el surrealismo, argumenta que
"(…) es preciso tratar estéticamente esa realidad
maravillosa"[9] que devela Carpentier con su
excelsa sensibilidad y profunda razón.[10]
"La percepción
de lo maravilloso –escribe Alexis Márquez- se
plantea como un problema cuya solución depende de dos
factores; uno de ellos reside en la realidad misma, cuyo carácter maravilloso tiene su fundamento en
uno cualquiera de varios fenómenos más o menos
objetivos
(…). Pero este factor no basta. Hace falta un segundo factor
que ya no reside en la realidad externa del hombre, sino
en el hombre mismo: todo ello tiene que ser percibido "con
particular intensidad en virtud de una exaltación del
espíritu que lo conduce a un modo de "estado
límite".

Ahora bien –enfatiza Márquez-
correlativamente con el planteamiento de lo real maravilloso como
un problema perceptivo, se da también un segundo
planteamiento como un problema expresivo y la
comunicación",[11] es decir, como
creación. Algo así –difícil de
definir- como el hacerse transparente lo buscado con ansiedad y
delirio sin límites, a
la razón y a la sensibilidad del creador. Es un instante
–por supuesto, con toda una historia anterior- de
máxima concentración del espíritu (estado
límite), donde confluyen muchas mediaciones subjetivas
reveladoras.[12] Ya nadie niega en el hombre
creador los momentos cumbres de ascensión espiritual que
lo conducen a actos de iluminación aprehensivos. Por supuesto no
es esto una intuición esencial que capta los entes
ideatorios de modo espontáneo. La revelación
privilegiada de la realidad por Carpentier se funda en premisas
reales.[13] La historia y la cultura "le
hablan" y se comunican con él, porque posee una profunda
conciencia
estética, forjada en el
conocimiento, los valores,
la praxis y la comunicación. No se funda en a priori, que
no sea una rica cosmovisión humanista, con cauces
culturales.

Carpentier no parte del pensamiento y de la sensibilidad
"puros", sino de la necesidad, para convertirla en libertad y de
aquí dimana su fino cosmos de sensibilidad para captar la
unidad en lo diverso, lo diverso en la unidad, lo simple en lo
complejo y viceversa. Por supuesto, nadie puede revelar lo real
maravilloso, si no lo lleva dentro. Y llevarlo dentro
también es un ejercicio cultural con historia, trabajo, lucha
y praxis.

En el creador –y Carpentier es un caso particular-
existe un elan estético especial, fundado en una fuerte
base cultural, que le permite "ver" más lejos, abordar el
hombre en su complejidad, como posibilidad de búsqueda
teórica y como imagen de posibilidades varias. Al hombre
en relación con su mundo y su quehacer práctico.
Por eso lo real maravilloso, compendia en síntesis
la rica cosmovisión de Carpentier, y es, al mismo tiempo,
resultado de una cultura con vuelo de altura y concreción
de una elaboración artística secular, que con
bellas palabras revela a nuestra América, en su ser esencial y en su
devenir, para insertarse con voz propia en la
universalidad.

Lo real maravilloso, es también un descubrimiento
de raigal humanismo
centrado en el hombre y los problemas que
lo hacen grande. "Pero la grandeza del hombre – y
Carpentier da rienda suelta a la razón utópica que
es inmanente a los grandes espíritus- está
precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En
el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que
allá todo es jerarquía establecida,
incógnita despejada, existir sin término,
imposibilidad de sacrificios, reposo y deleite. Por ello agobiado
de penas y tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en
medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su
grandeza, su máxima medida, en el Reino de este
Mundo."[14]

En el creador humanista, comprometido con el destino del
hombre y el drama humano, no encuentran asidero el pesimismo y el
escepticismo. Es un creador que no hace de su creación un
fin en sí mismo, sino un medio para que emerja con fuerza
la espiritualidad del hombre "natural" de nuestra América
y para que la literatura y el arte se
pongan en función de
ello.

Su rica cosmovisión, devenida ideal
estético encauzador de humanidad, concreta en su
descubrimiento de lo real maravilloso, una cultura de resistencia y de
lucha; y aunque para algunos parezca paradójico, vehicula
un mensaje político de sorprendente valía para
ayer, hoy y mañana. La consagración de la primavera
da cuenta de ello. Por eso introduce su noveno capítulo
con una frase vital y paradigmática del Segundo Fausto de
Goethe: "Solo merece la libertad y la vida aquel que cada
día debe conquistarlas".[15]

Utopía y
realidad de una obra creadora

La presencia de la utopía y la
realidad es consustancial a toda obra creadora, y la razón
utópico-realista, un atributo cualificador de todo creador
con vuelo de altura.

Carpentier es un caso de mente privilegiada. Su
pensamiento profundo, escrutador de esencias, fundado en la
realidad histórico-cultural, marcha junto al hombre
sensible que busca sentido y razón de
ser[16]a toda obra humana. Pero razón de
ser para proyectar y trascender y no para quedarse en ella como
simple espectador. Su miraje sensible –siempre cogitativo-
busca sentido para acercarse al ser mediato o transitar y
realizar el deber-ser. Por eso afirma: "(…) Los hombres pueden
flaquear, pero las ideas siguen su camino y encuentran al fin su
aplicación (…) Me apasiono por los temas
históricos (…): porque para mí no existe la
modernidad en el
sentido que se le otorga; el hombre es a veces el mismo en
diferentes edades y situarlo en su pasado puede ser
también situarlo en su presente (…) Amo los grandes
temas, los grandes movimientos colectivos. Ellos dan la
más alta riqueza a los personajes y a la
trama".[17]

Es un hombre de ideas grandes y su intelección y
su praxis se dirigen a lo grande y absoluto. Como en Martí
–y Carpentier lo toma de referente en múltiples
ocasiones- el hombre es posibilidad infinita de excelencia y
creación. Un rico cosmos pleno de espiritualidad, capaz de
descubrir grandeza, porque la lleva dentro.

Su rica cosmovisión concibe la historia como
hazaña de la libertad, y al hombre como su protagonista,
que movido por grandes ideas y sentimientos, construye la cultura
y se realiza en ella.

Hay en Carpentier un mundo inagotable, que concreta y
despliega en su obra artístico-literaria. Una obra con
constante presencia del hombre en relación con el
mundo.

Cada obra del gran escritor cubano realiza un proyecto humano o
le abre vías de acceso. Y cada proyecto, un modo
particular de realizar la utopía sin agotarla.

Su método y
su estilo, plenos de raíz identitaria latinoamericana,
como tienen por base al hombre, son al mismo tiempo cauce
desbordante de ansias de ecumenismo, vocación
cósmica y sentido cultural. Y su discurso, un
incesante "viaje a la semilla", como "(…) búsqueda de la
madre o búsqueda del elemento primigenio en la matriz
intelectual o telúrica".[18] Pero una
búsqueda que no termina en lo que encuentra. Lo encontrado
es base generatriz de nuevas aprehensiones, discernimientos,
proyectos y
nuevas búsquedas de trascendencia humana. Porque lo humano
en Carpentier es trascendente por esencia. Su huella endeleble lo
marca todo
para vivificar el presente y proyectar el futuro, lo por
venir.

Por eso en Carpentier, tal y como señala Alexis
Márquez, "hay un aspecto (…) que cada día
adquiere mayor importancia y significación, como es el
sentido premonitorio que está presente con harta
frecuencia en sus escritos. Releyendo sus trabajos
periodísticos de hace veinte o treinta años, se
sorprende uno al descubrir la aguda intuición que lo
llevó a señalar hechos futuros que hoy son realidad
plena y tangible. Lo mismo ocurre en sus novelas y cuentos".[19]

Su sentido premonitorio fundado en todo un quehacer
prático-espiritual, capaz de vehicular pensamiento y
sensibilidad, a través de grandes ideas e imágenes,
da cuenta no sólo de la razón utópica
realista que la encauza, sino además, de una excelsa
capacidad anticipatoria, que algunos llaman "reflejo anticipado".
[20]

El reflejo anticipado o la capacidad anticipatoria es
inmanente a la creación artístico-literaria de
Alejo
Carpentier, como le es propio, también a Martí y
a los grandes creadores. Y no es, en modo alguno, una
intuición ideatoria "pura", incondicionada y a priori. Es
un ejercicio creador que traduce la necesidad, los intereses y
los fines humanos, mediados por la praxis, en resultados
culturales para bien del hombre y la sociedad
latinoamericana.

Resultados culturales –la creación en
sí misma- que nucleados en su filosofía humanista con cauces literarios
de expresión, captan la existencia humana como proceso
complejo, al hombre con sus fuerzas y debilidades, con sus
fisuras psíquicas y sus ansias de afirmación. Al
hombre en el drama humano y sus deseos de ser, para trascender.
Pero no al hombre aislado, sino en sus circunstancias y contextos
que le imponen la historia y la sociedad en que se
desenvuelve.

Al mismo tiempo, el creador humanista, sin "colorear" la
realidad de la vida, sus determinaciones y condicionamientos
histórico-culturales, no impone a ultranza la
sinrazón del vivir y la resistencia y la lucha. No
dispone, ni impone reacciones deterministas trilladas de
comportamientos. Todo lo contrario, propone alternativas de
salida a los sujetos. Crea espacios comunicativos que posibiliten
la elección, es decir, la libertad que cada cual debe
encontrar con sus propios esfuerzos para ser y encontrarse. Cree
en el hombre y sabe que se impone tareas para mejorar, sin
olvidar que no siempre alcanza lo que quiere, pero debe luchar
por lograrlo.[21] Porque la lucha misma
acompaña al destino del hombre y a su sentido de la vida.
Lo que el hombre no puede olvidar es el horizonte que tiene ante
sí, es decir, la utopía que todo lo mueve y los
proyectos que dan acceso a ella.

Es que para Carpentier, el hombre mismo es un proyecto
en pos de la libertad. Un proyecto con necesidades que debe
asumir en la praxis para realizar su ser esencial. Si ciertamente
es hijo de su época, de su tiempo histórico, de su
espacio geográfico, esto no significa que fatalmente el
destino predestine su existencia. Su subjetividad, hacedora de
proyectos, si bien no es una "varita mágica" salvadora,
ella puede abrirle caminos, pero "caminos que se hacen al andar".
Se requiere de la acción
asumida con pasión, fuerza y dolor para vencer
obstáculos y abrirse al porvenir.

La obra de Carpentier es universal por su esencia y
propósitos, y realiza su universalidad en nuestras tierras
de América. También por la conjunción de un
raigal espíritu identitario latinoamericano y su siempre
vocación ecuménica, en su obra, nuestra
América se inserta a la universalidad con status
propio.[22]

Su gran utopía, la realización de nuestra
América, continúa toda una tradición con
sólidos fundamentos en el pensamiento y la obra de
Bolívar, Martí y otros fundadores.
Revelar el ser esencial de América
Latina, las potencialidades creadoras de nuestros hombres y
pueblos devino propósito primario, y su rica y vasta obra
literaria, su determinación concreta. Como en
Martí, su producción literaria penetró con
creces en la realidad latinoamericana e hizo mucho y dijo
más para la contemporaneidad. Consciente de los retos y
acechanzas internos y externos aboga por la unidad de nuestra
América, "Nuestros destinos están ligados ante los
mismos enemigos (…), ante iguales contingencias.
Víctimas podemos ser de un mismo adversario. De ahí
que la historia de nuestra América haya de ser estudiada
como una gran unidad, como la de un conjunto de células
inseparables unas de otras, para acabar de entender realmente lo
que somos, y qué papel es el que habremos de
desempeñar en la realidad que nos circunda y da un sentido
a nuestros destinos. Decía José Martí en
1893, dos años antes de su muerte: "Ni el
libro europeo,
ni el libro yanqui, nos darán la clave del enigma
hispanoamericano", añadiendo más adelante: "Es
preciso ser a la vez el hombre de su época y el de su
pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo". Y
para entender ese pueblo –esos pueblos- es preciso conocer
su historia a fondo, añadiría
yo".[23]

He ahí, el valor de una
utopía cuando se hace terrenal y dialoga con la realidad.
Impulsado por la utopía de nuestra América,
Carpentier echa mano a la obra. Asume nuestra América con
visión holística. Estudia profundamente sus
raíces, su historia, su cultura. Cada obra suya, con los
recursos
literarios iluminadores que posibilita su oficio como creador,
revela aristas inagotables de aprehensiones del ser
latinoamericano y al mismo tiempo busca y crea conciencia
identitaria, de pertenencia. "Y es, además –refiere
Padura a lo real maravilloso- esencia histórica,
orígenes, literatura comprometida, rostro y alma de
América".[24]

En la gran utopía de nuestro Premio Cervantes, lo
real maravilloso, como síntesis cosmovisiva, como
asunción estética de la realidad o método
creativo, es al mismo tiempo un proyecto que accede a la
utopía, sin culminarla. Lo mismo que junto a él, y
dándole concreción, operan entre otros, tres
invariantes que asoman sin cesar en el discurso: el tiempo, el
hombre y la revolución, avalados por el elan barroco "(…)
que emana de nuestra realidad y se magnifica en su estilo
literario".[25] En fin, una totalidad cosmovisiva
capaz de hacer transparente a la razón y a la sensibilidad
la América nuestra en todas sus concreciones, en la unidad
de lo diverso y en su perenne ímpetu de ser y trascender
con personalidad
propia en el concierto de las naciones.

Utopía y realidad, tematizan un diálogo
perenne en la cosmovisión y en la praxis de Alejo
Carpentier. Y esto no es casual; estamos en presencia de un
creador sensible que hizo de su oficio y la misión una
totalidad unitaria inseparable.

Su oficio, como escritor proteico, todo un artista de la
palabra y la imaginación creadora. Una voluntad de estilo,
con recursos literarios múltiples para recrear la realidad
en relación con el hombre con inusitada originalidad y
elevado espíritu cogitativo.

Su misión, un hombre consagrado al trabajo,
alumbrado por una filosofía humanista que hizo del hombre
y su ascensión, objeto primario de su vida.

Es difícil encontrar a un hombre creador que haga
del oficio y la misión, "las dos caras de una misma
moneda", que no desarrolle en su máxima expresión
la razón utópica.

Carpentier como Martí, Marinello y tantos otros
fundadores, es por naturaleza y
vocación, utópico. Su raigal humanismo le abre
infinitos horizontes. No hay consagración humana al margen
de la utopía, como no hay utopía al margen de la
consagración humana.

Hombres de esta naturaleza creen en el valor de las
ideas, y en su quehacer teórico-práctico, se
guían por ellas y las construyen de nuevo, si las
circunstancias lo exigen.

Carpentier fue un eterno cazador de utopía,
porque creyó en el perfeccionamiento humano y en la
posibilidad real de la reconciliación del hombre consigo
mismo en la cultura. Por eso hizo de su literatura grande, cauce
expresivo de pensamiento alado, con luz de
estrellas.

En él, filosofía y literatura se
complementan recíprocamente, para imprimir al discurso,
vocación cósmica y sentido cultural: todo un cosmos
en búsqueda del hombre y de su creciente humanidad para
realizar la grande utopía de nuestra
América.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Dr. Rigoberto Pupo Pupo

Dr. en Filosofía. Profesor
Titular, Investigador Titular de la Universidad de La
Habana

[1] "Como concepción del mundo
latinoamericano, también la teoría de Carpentier
€“escribe Leonardo Padura- tiene límites
inconmensurables, gracias a que su fundamento es la definitiva
concientización de las posibilidades artísticas
inmanentes en el peculiar devenir de América, donde han
venido a fundirse razas, culturas, pueblos, modos de
producción, religiones,
sistemas
políticos, leyes absurdas
y feroces dependencias coloniales y neocoloniales, que, en su
barroca amalgama, conducen el desarrollo
del continente por caminos inesperados e incomprensibles, para
cualquier otra región del mundo. Es ver de
América sus esencias distintivas y crear la literatura
que a ellas corresponde y mejor las expresa." (Padura, L. "Lo
real maravilloso: creación y realidad". Edit. Letras
cubanas, La Habana, 1989, pp. 27-28). *

[2] Ibídem, p. 29.

[3] "(…) la distinción entre estos
dos sistemas -se refiere Padura al realismo
mágico y a lo real maravilloso- como visiones del mundo
que se suceden y se complementa, viene a ofrecer una
última certeza: el realismo mágico florece como
forma expresiva de los insólitos y maravillosos
fenómenos americanos vistos desde una pupila virgen y
original, gracias a que América es, ni más ni
menos, el lugar del mundo donde lo maravilloso se da en estado
bruto, donde "lo insólito es cotidiano", el
rincón del planeta escogido por lo real maravilloso"
(Ibídem, p. 37)

[4] Ibídem, p. 33.

[5] Resulta interesante el estudio
histórico que realiza Leonardo Padura del concepto lo
real maravilloso, a través de la obra de Carpentier. En
él, siguiendo una lógica integradora presenta su
evolución y las diferencias
específicas que van marcando su decurso. (Ibídem,
pp. 37-71).

[6] Rodríguez Coronel, R. "Alejo
Carpentier: Novela y
Revolución. En Revista
Universidad de La Habana, No. 214, mayo-agosto de 1981, p.
105.

[7] Padura, L. Obra citada, p. 37.

[8] "¿En qué consiste, pues la
novedad anhelada? Ante todo, en la cosmovisión
personalizada, singular de un artista". (Tovstonízov, G.
La paradoja del espectador. Literaturnaya Gazeta, 1973, 23 de
mayo, p. 8 (en ruso).

[9] Márquez, A. "Teoría
carpenteriana de lo real maravilloso". En Revista Casa de las
Américas, No. 125, marzo-abril de 1981, p. 93.

[10] Por supuesto, no creo en modo alguno que
Carpentier, consciente o inconscientemente, tratara de imponer
un surrealismo latinoamericano. El propio Alejo Carpentier en
Francia,
junto a los creadores del surrealismo, no hizo causa
común con ellos, además fue su crítico
implacable. Su concepción del hombre en relación
con la realidad y el sentido cultural que le era inmanente a su
cosmovisión y a su discurso, lo separaba de aquella
escuela que
según él "(…) a fuerza de querer suscitar lo
maravilloso a todo trance, los taumaturgos se hacen
burócratas" (Carpentier, a. El reino de este mundo.
Edición citada, p. 2. Además la
crítica carpenteriana al surrealismo, no
se centraba sólo en el método, sino
también en su cosmovisión general, que por
abstracta, se hizo estéril.

[11] Márquez, A. Obra citada, p.
93.

[12] No se puede olvidar que muchas obras
creadoras (creaciones musicales, literarias, artísticas,
filosóficas) en su momento cumbre de revelación,
los creadores han llegado a estados pasajeros de "locuras".

[13] Por supuesto, premisas diferentes en
esencia, respecto a otros pensadores como es el caso de
Vasconcelos. "(…) Sostengo €“escribe el ilustre
pensador mexicano- que el conocimiento
es la concurrencia de verdades que nos llegan por los sentidos,
por la inteligencia, por la revelación, y que
por lo mismo hace falta descubrir el método de
unión de estos caminos (…) Postulé, al mismo
tiempo, la existencia en nuestra conciencia de un a priori
especial, el a priori estético, que opera según
ritmo, melodía y armonía y al cual responde la
realidad cuando se expresa según cualidad" (Vasconcelos,
J. Filosofía Estética. Espasa-Calpe, Mexicana,
S.A. México, 1994, p. 11).

[14] Carpentier, a. El reino de este mundo.
Obra citada, pp. 176-177.

[15] Carpentier, A. La Consagración de
la Primavera. Edit. Letras cubanas, La Habana, 1979. P.
459.

[16] "El ser €“escribe Umberto
Eco- no es un problema de sentido común (es decir, el
sentido común no se plantea como problema) porque es la
condición misma del sentido común (…) El ser es
el horizonte (…) Hay siempre algo, desde el momento, que hay
alguien capaz de preguntarse por qué hay ser en lugar de
nada" (Eco, Umberto. Kant y el
ornitorrinco. Edit. Lumen, Milán, Italia, 1997.
P. 26).

[17] Leantes, C. Confesiones sencillas de un
escritor barroco. Edic. citada, p. 69.

[18] Habla Alejo Carpentier, Obra citada, p.
26.

[19] Márquez, Alexis. Homenaje a Alejo
Carpentier. En de Carpentier. A. Razón de ser. Edic.
citada, p. 13. Destacando el sentido premonitorio
carpenteriano, Márquez añade: "La Revolución cubana ha sido para él
(…) la superación definitiva del Mito de
Sísifo. Porque al incorporarse de lleno en sus tareas,
por primera vez, ha sentido que el duro batallar de cada
día no es el recomienzo de la labor frustrada del
día anterior, sino un avanzar sin pausa, un progresar
constante hacia metas que cada día van adquiriendo
palpitante realidad. De modo que el hoy de Carpentier,
militante de la Revolución y copartícipe en la
construcción de un nuevo destino para su
pueblo, estaba ya latente en las páginas de Los pasos
perdidos" (Ibídem).

[20] "Hay en el relato €˜Semejante
a la noche€™ un pasaje en que este sentido de lo
premonitorio alcanza un impresionante grado de lucidez. Es una
clara alusión- enfatiza Márquez- al fin de
la Segunda
Guerra Mundial y a la liquidación del nazismo, dice:
"ahora acabaríamos para siempre con la Nueva Orden
Teutónica, y encontraríamos, victoriosos, en el
tan esperado futuro del hombre reconciliado". ¿Es,
acaso, aventurado pensar que en tales palabras, escritas en
1946, mucho antes del triunfo de la Revolución cubana,
fueron entonces el presentimiento de lo que hoy la humanidad ha
comenzado a vivir como realidad objetiva? (Ibídem, pp.
13-14).

[21] ¿Puede el hombre moderno, sabedor
de que es posible hacerlo, sustraerse a las peripecias de su
época? €“interroga Carpentier, a partir de
una idea de los pasos perdidos-. Mi personaje, el que habla en
primera persona, lo
logra. Pero su época lo alcanza €“en este
caso, a través de la música
€“como la muerte,
cierta tarde alcanzó al jardinero de Ispahán, del
apólogo famoso. Todo hombre debe vivir su época,
padecer su época, gozar su época -si gozos le
ofrece- tratando de mejorar lo que es. Lo demás, es
literatura que responde al anhelo de evasión que
€“desde Rimbaud- sintieron muchos escritores, hasta
muy entrados los años actuales.( Vázquez, E.
"Habla para Granma, Alejo Carpentier. "Entrevista
para Granma, La habana, A. 5, No. 73, p. 5, marzo 27de
1969.)

[22] "No es necesario ser guiado por un
excesivo amor a
nuestra América, para reconocer que en las pinturas que
adornan el templo de Bonampak, en Yucatán, se nos
presentan figuras humanas en escorzos de una audacia
desconocida por la pintura
europea de la misma época €“escorzos que se
aparean con muchos años de anterioridad, con el de un
Cristo de Mantegna, por ejemplo. Y eso no es todo: sólo
ahora estamos empezando a percibir el singular y profundo
trasfondo filosófico de las grandes cosmogonías y
mitos
originales de América" (Carpentier, A. Razón de
ser. Edic. citada, pp. 21-22).

[23] Ibídem, p. 27.

[24] Padura, L. Obra citada, pp. 70-71. Y
agrega el especialista carpenteriano: "mientras tanto lo
maravilloso sigue ahí, lo insólito
continúa siendo cotidiano en esta singular
América nuestra, que entendemos mejor después de
leer a Carpentier… Lo importante, ahora, es que la clase
magistral del narrador cubano no termine con sus libros. Hay
que aprender su magnífica lección y como
él, escribir la literatura que corresponde a nuestras
esencias". (Ibídem, p. 71.).

[25] Ibídem, p. 150.

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